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  • VENEZUELA: EL RETORNO DE LOS SUEÑOS AUTORITARIOS
    2019-01-11  
     
    Publicado por: Dr. Pablo Wehbe
     

    10 de Enero de 2019. El Presidente Nicolás Maduro asume en el país caribeño un segundo mandato aupado por las Fuerzas Armadas y una estructura política cada vez más cerrada y capitaneada por Diosdado Cabello, verdadero titiritero del proceso iniciado tras la muerte de Hugo Chávez.
    El ex Canciller del fundador del proceso político que barrió con el tradicional bipartidismo surgido en la década del ’50, comenzaba hace seis años el intento de la continuidad de un régimen que había sobrevivido exitosamente gracias a los altos precios del petróleo, y que Hugo Chávez moldeó con inteligencia luego del intento de golpe de Estado de 2002 para generar un escudo protector internacional contra eventuales desestabilizaciones.
    Pero la guerra de precios internacionales generada a partir de una estrategia de Arabia Saudita terminó perjudicando duramente a Venezuela, país que comenzó a pagar muy caro el no haber diversificado su producción y depender exclusivamente de la exportación de hidrocarburos, así como importar una sustancial parte de los consumos internos.
    De la mano de una crisis económica creciente –acicateada, debe decirse, por sanciones y maniobras urdidas desde el exterior también-, el Gobierno de Maduro fue endureciendo también su política para con la oposición; primero, encarcelando a dirigentes opositores; luego, proscribiendo lisa y llanamente a Partidos Políticos bajo argumentos pueriles. Y esto no debe leerse como un apoyo a sectores políticos claramente alineados con estrategias golpistas, sino como un cuestionamiento a que la estructura del Estado jamás debe ser utilizada para violentar la Ley y el Orden. En América Latina ya se ha probado hasta el hartazgo la gravedad de las consecuencias que acarrea que el Estado descienda a utilizar las mismas herramientas y estrategias que los delincuentes: la impunidad terminará bloqueando la legítima ambición de justicia de una población cada vez más aislada.
    En el medio de la competencia por ver quién podía soportar más las presiones, si el oficialismo o la oposición (concentrada casi exclusivamente en la Asamblea Nacional, y expulsada electoralmente o judicialmente de las Gobernaciones), el país mostraba al mundo indicadores espantosos, a saber: Inflación: 2013: 43,5%; 2017: 13.860%; Población en riesgo de Pobreza Extrema: 2014: 23.6%; 2017: 61.2%; Producción de Petróleo en millones de barriles: 2013: 2.35; 2017: 1.48; (fuente de todos los datos: OPEP, FMI, OIM y ACNUR). Así las cosas, el Presidente Maduro encaró la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente que hiciera decir a la Constitución venezolana lo que su texto no dice. Pero había que llamar a una elección. Y sabiendo que no pasaría por la Asamblea Nacional, utilizó al Poder Judicial para declarar en “rebeldía” al Legislativo y convocar por decreto a una Asamblea Constituyente que solamente podría estar integrada por oficialistas.
    El resultado es conocido: la Constituyente oficialista suprimió en la práctica al Legislativo, convirtió al Presidente Maduro virtualmente en un mandatario sin límites y autorizó la reelección. De nada sirvieron las maniobras de los Organismos Internacionales y las denuncias de violación a los Derechos Humanos; tampoco sirvieron –debe decirse- las sobreactuaciones del Secretario General de la OEA, Luis Almagro, ni las bravatas del Presidente Trump y sus seguidores en el resto de América Latina.
    Hoy, pese a las imágenes que pretenden vender algunos medios de comunicación, Venezuela enfrenta un aislamiento patético. 19 Estados de la OEA desconocen al nuevo Gobierno, Paraguay rompió relaciones diplomáticas con Caracas y la Unión Europea llama a Maduro a renunciar y convocar a elecciones libres, cesando la represión y liberando a los presos políticos. Virtualmente, las relaciones con Colombia y Brasil están congeladas. La soledad del Presidente Maduro contrasta con su creciente dependencia de China y Rusia. La historia dolorosa de América Latina demuestra que no es con estas estrategias como se pondrá fin a las tentaciones autoritarias. Ni es generando un golpe de Estado ni llamando a una rebelión militar. El futuro de Venezuela está obviamente en manos de los venezolanos, pero cuando las violaciones a los Derechos Humanos se convierten en política de Estado, mirar como analistas desde afuera no ayudará a alivianar el dolor de los hermanos venezolanos.
    Ninguna dictadura es buena, por más que se disfrace de antiimperialista. Violar Derechos Humanos no es lícito, aunque discursivamente se lo haga en nombre de “la liberación”. Los Derechos Humanos no pueden ser analizados de acuerdo con la simpatía o rechazo que genere un régimen: o se los defiende o se los viola. Y allí es donde no tomar partido convierte a las personas en cómplices de los atropellos.   
    Prof. Pablo Wehbe

    Imágen: http://www.eluniversal.com/politica/30238/maduro-hoy-le-decimos-al-mundo-que-venezuela-se-respeta-y-...

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